Usted tiene derecho a defender sus derechos. Este es un principio básico. Y básico quiere decir que no depende ni de códigos, ni de instituciones, ni de leyes. Si uno no tuviera ese derecho de defenderlos, nuestros derechos no existirían.
Y entonces ¿por qué algunos creen que los defensores de los derechos humanos no tienen derecho a defenderse y de ayudar a defender los derechos de otras personas? Esta es la pregunta del millón porque, en general, lo que hay detrás de esa negación de la defensa es un millón de hectáreas o muchos millones de pesos.
En realidad los que defienden los derechos humanos están trabajando por usted, por mí y por ellos mismos. Porque defender los derechos humanos es defender el derecho a la integridad de la vida, la de uno y la de los demás. Y esos derechos se inventaron para que la gente común y corriente pueda defenderse cuando sus propios gobiernos los atacan. Suena absurdo pero así es: hay gobiernos que matan a sus ciudadanos, alegando el bien de la ciudadanía. De forma que lo matan a uno por su propio bien. Y por eso el derecho internacional de los derechos humanos es para protegerse de los gobiernos que abusan de su legítima fuerza que está destinada a la defensa y no a la ofensa de los ciudadanos. Para esa defensa el gobierno legítimo está autorizado mantener un ejército y una policía.
En realidad, los ejércitos están diseñados para defenderse de otros países en las guerras internacionales. Y la policía, que es una institución civil, está destinada a colaborar en mantener el orden público en el país. No debiera ser un cuerpo armado.
Pero sucede y pasa que en Colombia, por las circunstancias de la insurgencia armada, el ejército está dedicado a la guerra interna y la policía se militarizó. Y como esas circunstancias son las de la guerra interna, todo el panorama colombiano de la integridad de la vida se ha ensombrecido en una guerra civil y sucia, en la que se mezclan la estrategia antiguerrillera, la represión social y la criminalidad común. La proliferación del homicidio como relación social nos está indicando que matar no es una solución para ningún problema. Y que el usar el asesinato como medio se vuelve contra el asesino. Con ello, la defensa de los derechos humanos se hace cada día más urgente. Y los defensores de los derechos humanos merecen una consideración especial, porque en esa proliferación de la violencia, el único recurso útil es defender a toda costa la integridad de la vida. A los gobiernos les conviene más defender a los defensores que tratar de silenciarlos.
Alejandro Angulo, S.J.