Luego de los procesos de paz firmados en los años 90 con grupos como el M-19, EPL y el movimiento armado Quintín Lame entre otros, algunos de los excombatientes han impulsado iniciativas productivas, crearon las cooperativa Colectivos del Café, empresa de transporte de pasajeros reconocida en Pereira y otros tantos conformaron proyectos agropecuarios en Cesar. El pasado 28 de abril se llevó a cabo la presentación del libro “Aprendizajes para la reconciliación: Experiencias de reconciliación entre excombatientes y comunidades receptoras”, como un aporte que va más allá de narrar éxitos y fracasos, que puede ser de utilidad en un momento de posacuerdos para la reconciliación de los diferentes actores de la sociedad colombiana.
En el conversatorio, los representantes de las cuatro experiencias analizadas en el texto narraron algunas de sus anécdotas sobre el proceso inicial de reinserción. “Nosotros teníamos miedo de llegar a la comunidad, y ellos de que nosotros llegáramos”, contó Blanca Aguilar, excombatiente del EPL que trabaja en Colectivos del Café. La construcción y reconstrucción de las relaciones entre los actores son parte esencial de la reconciliación.
Dentro de las reflexiones de la publicación, se destacan los factores que posibilitan la reconciliación, como las señales de cambio de los excombatientes: “Fue difícil convivir con las mismas personas que en el monte eran el enemigo, pero nos decían que debíamos demostrarle a la sociedad que si teníamos un cambio… Con el tiempo, terminamos siendo como una gran familia”, explicó Manuel Ballestas, representante de la experiencia Ganchos y Amarras del Valle, organización ubicada en Cali, que cuenta con la participación de excombatientes de las FARC y las AUC.
Asimismo, la cooperación de actores intermediadores como la Fundación Progresar y el Programa de Desarrollo y Paz contribuyen al proceso de reconciliación, tal como lo afirma César González, de la iniciativa civil Comité Cívico del Sur de Bolívar: “El acompañamiento de las ONG ha ido muy importante para la continuidad de los proyectos”.
En este sentido, se pueden generar escenarios que propicien la reconciliación pero no como acto que se impone, como se explica en el primer apartado del libro: este proceso o meta es espontáneo, dinámico y parcial. Por ello, debe gestarse desde la comunidad y no se puede garantizar su permanencia en el tiempo.
“Todo depende del apoyo de ustedes [la sociedad colombiana], que no nos dejen a mitad de camino porque no vamos a poder solos” asegura Ballestas. Para la reconciliación como proceso que involucra a todas las partes resulta insuficiente un esfuerzo unilateral, o de ser así, podrían darse experiencias de coexistencia (ausencia de violencia directa) o convivencia pacífica (reconocimiento de la existencia de un proyecto colectivo).
Además, se resaltó la importancia del acompañamiento por parte de las víctimas y excombatientes en la construcción de los proyectos como factor que facilita la reconciliación. “La paz no implica pasividad ni renunciar a los ideales, sino actuar de otras maneras, encontrar otros escenarios”, afirma Vera Grabe, exintegrante del M-19 y actual directora del Observatorio para la Paz.
Esta publicación, que habla desde la diversidad de las experiencias, permite comprender que no existe un método específico ni una forma única de llegar a la reconciliación. Sin embargo, los aprendizajes que se pueden extraer de la propia historia colombiana son una guía muy acertada para definir las acciones que pueden proporcionar las condiciones más adecuadas para crear o reestablecer las relaciones de confianza entre actores por mucho tiempo antagónicos en el conflicto.