Recurso 1

Entrevista: “El trabajo de la memoria es volver a repensarnos colectivamente”

En el marco del segundo seminario regional de interculturalidad desarrollado en Cartagena, Sandra Raggio, docente de la Universidad Nacional de la Plata y Directora general de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, participó con profesores de la región caribe en la discusión sobre el papel de la memoria desde la escuela. 

¿Por qué es importante hacer ejercicios de memoria?

En principio la memoria es una construcción social que existe y que tiene que ver con la conformación de los grupos sociales, de las comunidades. La activación de los procesos de memoria en comunidades que han sido atravesadas por procesos de violencia, que han desestructurado las relaciones sociales, tiene que ver con poder reconstruir esa comunidad y reconstruir los lazos en clave de poder vivir juntos y de otra manera. Esta es la memora como un trabajo social, cultural y político. La memoria es profundamente política en el sentido en que la memoria puede ser usada para consolidar el poder de determinadas minorías que legitiman la dominación, que reivindican la violencia o puede ser una memoria ligada a los sectores populares, a las grandes mayorías, que les permitan pensarse en relación con ese poder. Las secuelas de los periodos de violencia son muy largos y difíciles de superar y la memoria es el trabajo de las comunidades por superar ese pasado.

¿Existe una forma correcta de hacer memoria?

Si, claro está, no de validez universal. Uno se posiciona desde algún lugar, porque la memoria siempre implica una posición, no hay memoria desde un lugar neutral, pero para uno hay una memoria que es la correcta. Esa memoria es aquella que es capaz de construir y generar nuevas expectativas de futuro que tengan que ver con vivir mejor, con superar los pasados duros, asociadas a los procesos de democratización de la sociedad que  es a fin de cuentas la conquista de derechos.  La memoria correcta tiene que ver con poder asociarse, y que esos procesos de memoria estén asociados con los procesos de democratización y con procesos de ampliación de derechos.  Hay algunos usos de las memorias que no se orientan a responder a los derechos de las mayorías. En ese sentido, sí hay algunas formas correctas de hacer memoria.

¿Cómo deben las comunidades apropiarse de esas memorias para exigir la reivindicación de sus derechos?

En principio, la primera demanda de las víctimas es la exigencia del reconocimiento del daño, es decir, ser reconocidos como víctimas. La memoria como trabajo, como acto voluntario, implica hacer cosas: juntarse con otros, testimoniar, conversar, registrar, narrar, tener actos colectivos. La memoria no es solo un relato o un registro de los hechos sino que eso tiene que construir sentido, tiene que clamar por justicia. No solo una justicia punitiva, puede ser una justicia restaurativa, una justicia reparadora. La memoria tiene un efecto reparador sobre la comunidad. Un simple registro de los hechos no tiene valor por sí misma. Adquiere valor cuando repara a la comunidad que necesita que lo que le hicieron sea reconocido, sea visibilizado, no sea negado, no sea silenciado.

 Esos son actos de reparación. El muerto no volverá, pero por lo menos se le reconoce que su muerte fue injusta y eso no es menor. La memoria tiene mucho para que las comunidades vuelvan a ser comunidades. El trabajo de la memoria es volver a repensarnos colectivamente, la pregunta, después de la violencia, es ¿Quiénes somos?  Porque la violencia afecta profundamente las identidades.

¿Qué hacer frente a los actores estatales que son sentenciados a hacer actos de perdón, pero que realmente no sienten ninguna intención de hacerlo?

La función del Estado no es solo enunciar, sino que debe actuar. No se trata solo de reconocer un acto. Debe realizar otro tipo de acciones para reparar a las comunidades que se vieron afectadas por los actos de sus miembros. Esa formalidad de actos de perdón, no repara a nadie. Capaz que repara más el hecho de que sean obligados a hacerlo que el mismo acto formal.

¿Se puede lograr un relato unificado del conflicto?

Es difícil hablar de una única memoria o una versión consenso. La dinámica de la memoria es básicamente la disputa. La memoria existe en la medida en que disputa y se enfrenta con otras. Los regímenes totalitarios siempre imponen una mirada única del pasado, para borrar el futuro. Más que crear un relato unificado, hay que construir un piso, una base de dónde partir. En Argentina eso se hizo con la producción de la verdad jurídica. Uno puede tener muchas discrepancias con la forma en que la justicia narra los hechos, pero hay un reconocimiento de que esos hechos sucedieron.  Cuando el Estado no reconoce lo que hizo, o lo que dejó de hacer, es muy difícil que la memoria que se construya sea creíble.  Lo principal es que el Estado reconozca su participación y luego cree el relato de qué hicieron los otros. Eso, por lo menos, es lo que hace particular el caso argentino, que hay una clara responsabilidad del Estado en el ejercicio de la violencia. Hay que diferenciar también las características de cada país. La violencia colombiana no es comparable con los procesos de violencia argentina.  Cada actor involucrado debe hacerse cargo de su responsabilidad, y en el caso colombiano es lo que complica el proceso, que el Estado es uno más.

¿A qué se refiere el término de la memoria feliz?

Es un proceso de recuperar las historias de lucha, de una organización, de lo que  vino a destruir la violencia. Es pensar uno qué ha sido, para plantear en qué quiere convertirse. La memoria feliz es poder repensarse antes de la violencia, porque uno de los primeros efectos de la violencia es borrar las identidades anteriores, entonces hay que repensarlo. No para volver a ser lo que fuimos, sino para incorporarlo a nuestra propia identidad. Hay que pensarse memorias mucho más largas independientemente de la violencia. Las comunidades indígenas, los pueblos originarios tienen memorias así, no de 30 o 40 años sino de 100 o 200 años. Estas memorias más cortas hay que lograr incrustarlas en las más largas para construir los relatos locales y así llegar a un relato nacional.

¿Cómo es hacer memoria en Argentina?

Es siempre un desafío. La memoria siempre trae desafíos. Hoy estamos en un momento histórico muy diferente al de hace 10 años y hace 20 años. La violencia marcó tanto al pueblo argentino que constantemente están reactualizándose, están en la agenda política, y atraviesan a la cultura, la trama social y sobre todo están atravesando a las nuevas generaciones.  La dictadura empezó hace 41 años y aún, a los jóvenes que nacieron en la democracia, la dictadura es un proceso que les sigue significando, siguen interesados en saber qué pasó y se siguen viendo implicados en la dictadura.

¿Qué consejos dejaría a los colombianos para trabajar la memoria?

A mí me parece que más allá de las posibles limitaciones del acuerdo, hay una memoria de abajo y hay una dinámica de las comunidades que es sumamente interesante y que sería muy importante activarla, más allá de las políticas del Estado. Me ha parecido muy interesante en el caso colombiano la participación que tiene  las mismas comunidades locales para reconstruirse. Esa territorialización de la memoria es muy importante que no se pierda. Ojalá que el acuerdo de paso a esos proceso locales de las comunidades para construir memoria y para repensarse hacia el futuro. Otro consejo es que no asuste que la memoria es un conflicto y una disputa permanente. La memoria no es un remanso. Pero puede haber disputa en otros términos que no sean tramitados por medio de la violencia.

 

Miguel Martínez

Equipo de comunicaciones