Este es nuestro más reciente editorial, compartido en el programa Notas Humanas y Divinas que se emite todos los domingos por la Cadena Básica Nacional de RCN.
El quince de octubre pasado el Papa relanzó el Pacto Educativo Global: educar en un acto de esperanza para afrontar la pandemia. El Papa Francisco expresó: “Es hora de mirar hacia adelante con valentía y esperanza. Que nos sostenga la convicción de que en la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una esperanza de armonía social.
En septiembre del año pasado cuando se lanzó el Pacto Educativo Global nadie se imaginó la situación en la que se desarrollaría el Pacto. El contexto actual de Covid-diecinueve, ha acelerado y amplificado muchas de las emergencias y urgencias que se estaban experimentando y muchas otras se han revelado. A los graves problemas de salud se manifestaron con fuerza las desigualdades y exclusiones de millones de personas en la economía y las decisiones políticas. En este duro y complejo contexto los sistemas educativos de todo el mundo han sufrido la pandemia y han mostrado una marcada discriminación en las oportunidades educativas y tecnológicas. Datos recientes de los organismos internacionales hablan de una “catástrofe educativa”. La pandemia puede aumentar este año la brecha educativa ya alarmante con más de doscientos cincuenta millones de niños y niñas en edad escolar excluidos de toda actividad educativa.
Afirma el Papa que esta situación nos debe hacer tomar conciencia de que se necesita transformar, con mayor decisión y profundidad el actual modelo de desarrollo. Los sistemas de sociedad, los modos y estilos de vida social, económica y política, tienen a la mayor parte de los seres humanos empobrecidos y desechados y a los demás seres de la naturaleza usados y explotados.
En este contexto, el Papa señala que el poder transformador de la educación es un acto de esperanza que debe estar basado en la solidaridad y apuntar a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia y de la acumulación de poder económico y político. Y agrega: “La educación es sobre todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite de generación en generación. La educación es el antídoto natural a la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y a la primacía de la indiferencia”. Y continúa: “Para educar hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos, para que un educando piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa”. De esta manera, al fomentar el aprendizaje de la cabeza, del corazón y de las manos, la educación intelectual y socioemocional, el cultivo de los valores y las virtudes individuales y sociales, se fortalece una ciudadanía comprometida y solidaria con la justicia.”
El Pacto Educativo Global, propone siete principios orientadores: primero: la persona es el centro del proceso educativo. Segundo: escuchar la voz de los niños, niñas y jóvenes, sus sueños y cuestionamientos. Tercero: Impulsar la plena participación de las niñas en la educación. Cuarto: la familia es el primer e indispensable educador. Quinto: educar y educarnos para reconocer a los más vulnerables y marginados. Sexto: diseñar e investigar otras formas de vivir la economía, la política y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio de la humanidad. Y finalmente, el séptimo principio: salvaguardar y cultivar nuestra casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más sobrios usando energías renovables y respetuosas del entorno natural, siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de una economía incluyente, circular y en diálogo con las demás especies del planeta.
Por: Luis Guillermo Guerrero Guevara.