El transporte público masivo, en varias capitales del país, está colapsado. Es un lastre que lleva varios años en Colombia. Las erradas decisiones en materia de política pública de movilidad, el monopolio del negocio en pocas manos, la proliferación de buses chatarra y el cada vez mayor malestar de los usuarios, ha llevado a las administraciones municipales a caer en el vacío de soluciones. Cali, Barranquilla, Bucaramanga y especialmente Bogotá son los casos más complicados, pero no se ven soluciones a la vista. A esto se agrega, en el caso de Bogotá, el anuncio del aumento de las tarifas. Esta medida, inconveniente para el débil bolsillo de la gente y con un alto costo político, se hace inevitable desde el punto de vista financiero. El déficit del sistema de transporte, sólo en Bogotá, llegó a la suma de novecientos mil millones de pesos en el 2015, y el año pasado fue de seiscientos sesenta y un mil millones, déficit que para cubrirlo no tiene más fuente que los impuestos de los ciudadanos.
Pero lo que existe en el fondo es un gran negocio. En Bogotá, son nueve empresas privadas que se lucran luego de ganar una de las más grandes licitaciones de Colombia, son veinticinco años de concesión de un negocio que vale veinte mil millones de dólares. Sin embargo, este gran negocio adolece de inequidades. Mientras que para los grandes inversionistas es viable y productivo, así no sirva a los usuarios, para los pequeños propietarios ha sido un total fracaso. En este momento no hay medidas de fondo ni reglas de juego claras sobre cómo salvar o no al Sistema integral de transporte público en Bogotá. Las soluciones están en la mano del buen diseño de políticas públicas y en hacerlas cumplir, pero pesan más los intereses financieros de unos pocos que el servicio público masivo para una ciudad que necesita una buena movilidad que ayude al bienestar colectivo de nueve millones de personas.
Caben en este ejemplo vivo de inequidad y de aprovechamiento egoísta de lo público, las palabras del Papa Francisco en el parque Simón Bolívar de Bogotá: “(en) esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso País, Colombia… se encuentran multitudes anhelantes de una palabra de vida, que ilumine con su luz todos los esfuerzos y muestre el sentido y la belleza de la existencia humana. Estas multitudes de hombres y mujeres, niños y ancianos habitan una tierra de inimaginable fecundidad, que podría dar frutos para todos. Pero también aquí, como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos”.
Luis Guillermo Guerrero Guevera
Director Cinep/Programa por la Paz