Los amigos de la guerra están buscando nuevos escenarios para defender su riqueza y acrecentarla. Las potencias mundiales muestran sus garras desafiantes y buscan multiplicar aliados para reforzar sus causas. El ataque con misiles ordenado por el presidente Trump contra Siria ha generado una tensión negativa en el mundo. Para entender este difícil contexto es necesario remitirse al largo conflicto del medio Oriente o conflicto árabe, y que pasa por dos grandes asuntos: las diferencias religiosas y culturales entre musulmanes, judíos y cristianos, y, en segundo lugar, los intereses de las potencias mundiales por los territorios que contienen los recursos energéticos, especialmente el petróleo.
El pretexto que ha reavivado esta tensión mundial es la guerra civil en Siria, entre rebeldes y simpatizantes de Bachar Al Asad, un dictador, hijo de otro dictador, y que ha puesto en juego la debilitada y aparente paz mundial, lo que puede derivar en una guerra de grandes proporciones, difícil de controlar por organizaciones mediadoras como la ONU, pues ella ha perdido por completo el liderazgo para generar acuerdos útiles y efectivos entre los países miembros. En consecuencia hoy estamos en manos de líderes mediáticos, mesiánicos, impulsivos, incoherentes, gestores corruptos de grandes fortunas económicas personales y poco preparados para dirigir un Estado y generar relaciones internacionales tolerantes, respetuosas e inteligentes. Tanto Trump, como Putin presidente de Rusia y Kim Jong-un, mandatario de Corea del Norte, son fieles representantes de este tipo de supuestos estadistas. De ellos, cualquier salida se puede esperar, pero lo más crítico es que organismos como la Unión Europea, la OTAN, lo mismo que muchos países con intereses, como Israel y hasta nuestro gobierno colombiano, los han respaldado, porque saben que están en juego muchos intereses económicos.
No hay duda, se vienen años difíciles y lo más angustioso es que no abundan líderes ni instituciones mundiales que promuevan espacios de reconciliación, hoy todos quieren defender a todo costo sus dominios económicos, hacer un desarrollo sin gente, unas sociedades empobrecidas y sobrantes, peor que esclavos; y una dinámica cada vez mayor de crecimiento de riquezas en pocas manos. En el Mensaje de Cuaresma de este año el Papa Francisco nos recuerda: “El apóstol Pablo dice que la codicia es la raíz de todos los males. Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico. En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz”.
* Editorial presentada el domingo 2 de abril del 2017, en el programa radial de RCN “Notas humanas y divinas”.
Luis Guillermo Guerrero Guevara Director CINEP/Programa por la Paz