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Editorial: La crisis del café colombiano

 

El café colombiano afronta una de las peores crisis de la última década. Una de sus principales causas es la volatilidad y caída del precio internacional, situación que maltrata a más de medio millón de familias cultivadoras en el país. La Federación Nacional de Cafeteros expresó que entre el año 2017 y el año pasado se redujo la producción en un 3.3% y el precio interno llegó a 687.000 pesos la carga en septiembre del año pasado, mientras que los costos de producción rondaron los 800.000 pesos. Los productores vienen trabajando a pérdida desde hace cerca de dos años. La situación es inaguantable y los caficultores piden una intervención urgente del actual gobierno.

Colombia es el tercer productor mundial, después de Brasil y Vietnam, con cerca de 900.000 hectáreas sembradas. La preocupación de las familias cafeteras se elevó en estas últimas semanas al cotizarse el precio del grano en la Bolsa de Nueva York en 97 centavos de dólar la libra, el nivel más bajo en los últimos doce años. Una de las causas determinantes es que Brasil, el mayor productor mundial, tuvo una de las cosechas más altas. De otra parte, los fondos de inversión, en su afán de lucro, vienen empujando los precios a un nivel por debajo de un dólar. Y finalmente, a nivel mundial el costo estimado de producción está entre 1.2 y 1.5 de dólar la libra, es decir, que los cultivadores de todo el mundo están produciendo a pérdida.

En conclusión, la perspectiva del café para este año no es la mejor y todo dependerá de un clima favorable para llegar a producir en el país 14 millones de sacos; de que las cosechas de Brasil, Vietnam y Costa de Marfil no sean tan grandes y de que el precio del dólar se sostenga favorable para recibir más pesos por el cambio. La rentabilidad sostenible de la caficultura colombiana requiere para garantizarla acciones de mejoramiento que permitan una gestión más eficiente de los insumos, la renovación de los cafetales, el entrenamiento de la mano de obra y el desarrollo de nuevas tecnologías; así como reformas que permitan reducir los costos de producción y controlar sobrecostos de transporte, laborales, energéticos y logísticos.

En la visita del Papa Francisco a Colombia los campesinos le expresaron en una carta: “consideramos que, a través de la producción de los alimentos, el cuidado y conservación del suelo, las semillas, el agua y los recursos naturales contribuimos a la construcción de una sociedad mejor, por eso, exigimos un trato más humano y justo para nuestras familias, territorios y nuestra economía. Cada mañana al iniciar la jornada de trabajo, elevamos al cielo y a la tierra la oración del Padre Nuestro y con mayor sentimiento imploramos el ´Dadnos hoy nuestro pan de cada día´. Lamentablemente, el panorama hoy es totalmente diferente, se impuso la ley de los mercados y su racionalidad económica sobre el trabajo humano y la dignidad campesina, nuestra seguridad y soberanía alimentaria quedaron al amparo de la especulación del comercio y la competencia desleal. Por este motivo, más de doce millones de campesinos le apostamos a la solución del conflicto armado, al fin de la guerra y la violencia; y creemos en la construcción de una paz con dignidad y justicia para los más humildes y desprotegidos de la nación”. 

Luis Guillermo Guerrero Guevara

Director Cinep/Programa por la Paz