El informe de Fedesarrollo sobre el mercado laboral del pasado mes de abril, señala que la tasa de desempleo nacional en el mes de febrero del 2019 se elevó a 11.8% y que la tasa de desempleo en las trece principales ciudades se ubicó en el 12.4%. Esta tasa ascendente se torna preocupante si se compara con los datos del año pasado cuyo porcentaje no pasó del 10%. Las tres ciudades con mayor desempleo en el trimestre de diciembre del año pasado a febrero de este año fueron: Quibdó con el 20.3%, Armenia con el 18.4% y Cúcuta con el 17.7%.
Por su parte, Planeación Nacional en su informe de mayo pasado, indicó que en Colombia el número de ocupados disminuyó en 775.000 personas, cifra que no se veía tan alta desde hace diez años. Respecto a la tasa de desempleo juvenil, en mayo pasado se situó en el 18.5%, lo que significó un aumento de 1.5% en comparación con el mismo periodo del año pasado.
En un análisis que hizo la revista Dinero, hace dos semanas, señala que el principal problema económico para resolver en el país es el desempleo. Si su ascenso se acentúa, Colombia entraría en un círculo vicioso de complejas implicaciones que podrían afectar el crecimiento económico. Desde hace tres años el país entró en una temporada de destrucción neta de puestos de trabajo, pero hasta ahora se hace evidente, explica el economista Marc Hofstetter. En cifras grandes, el país tiene 2.523.600 personas desempleadas y más de nueve millones que están en el subempleo. Esta situación se presenta, en parte, por la desaceleración de la economía. El crecimiento del primer trimestre de este año solo llegó al 2.77%, sorpresivamente resultó bajo. Esto significa que la recuperación de la economía redujo la velocidad que venía ganando, por eso no se generan empleos y parte de los existentes se destruyen.
Para otros, puede existir una relación entre polarización política y deterioro laboral, ella puede generar incertidumbre sobre las decisiones económicas. Unido a otros factores políticos como las dificultades del Gobierno para sacar adelante sus proyectos, la falta de una coalición en el Congreso, las tensas discusiones sobre la Justicia Especial para la Paz y hasta los planteamientos de una eventual Constituyente, pueden estar influyendo en las decisiones de consumo e inversión: es decir, con la insistencia en la renegociación del Acuerdo de paz, el Gobierno puede estar saboteando su propia apuesta económica al no generar un clima de confianza para las decisiones de los inversionistas. Se debe actuar con alternativas viables y pertinentes, por el momento la economía se encuentra en un punto de inflexión y, si no se toman medidas, podría surgir un círculo vicioso: si continúa creciendo el desempleo, los consumidores continuarán temerosos y el consumo podría resentirse. Si el consumo no arranca, los empresarios no harán grandes inversiones y, por tanto, no contratarían más empleados o peor, se despedirían más personas. Nadie quiere ese panorama.
El pasado 11 de mayo el Papa Francisco en un encuentro con el nobel de economía Joseph Stiglitz, coincidieron en la necesidad de impulsar a nivel global una economía social de mercado que mire al futuro con la voz de los más jóvenes. Igualmente advirtieron sobre los problemas de ciertas formas de economía de mercado que no ponen los mercados y la tecnología al servicio de los pueblos si no a los pueblos al servicio de ellas y exacerban comportamientos individualistas. Stiglitz afirmó: “tenemos que tratar de desarrollar programas y estudios alrededor del concepto de economía circular, que contribuyan a una educación consciente de la sostenibilidad ambiental que requiere devolverle al ambiente lo que se le quita” y el Papa concluyó: “Si no se cambia la economía mundial la humanidad va al suicidio”.
Luis Guillermo Guerrero Guevara
Director Cinep/Programa por la Paz