Recurso 1

Cuando la copa se rebosa se acaba la paciencia

A veces a la gente se le acaba la paciencia. A veces los colombianos sentimos que no damos más. Eso es lo que se expresa en el libro Cuando la copa se rebosa: Luchas sociales en Colombia 1975-2015. Sus cuatro autores, Mauricio Archila, Martha Cecilia García, Leonardo Parra y Ana María Restrepo hacen una lectura crítica sobre las relaciones que explican las luchas sociales en Colombia.

Su lanzamiento fue el primero de mayo en la Feria Internacional de Libro de Bogotá, evento que contó con la participación de la co autora Martha Cecilia García, y el aporte de Esmeralda Prada, y Camilo Borrero, quien mencionó que la importancia de esta publicación yace en “la recopilación de información de 40 años de luchas sociales. Creo que casi ningún otro libro logra una tarea tan grande y rigurosa”. Esa recopilación terminó siendo un trabajo de más de tres años y la lectura de cerca de 23,000 acciones de protesta registradas por la Base de Datos de Luchas Sociales (BDLS) de Cinep/PPP.

Esa Base cumplía cuarenta años en el 2015, momento en el que los autores decidieron escribir este libro como una forma de dar a conocer las distintas dimensiones que la acción social colectiva ha tenido en el país. Para esto, hacen a través de la publicación un análisis centrado en cuatro ejes, cada uno con un capítulo. En cada una de las diferentes aproximaciones se hace evidente lo que Martha Cecilia García deja en evidencia en la introducción: “La cobertura periodística de las luchas sociales se reduce por la denominada «parcialidad geográfica y temporal»: hay lugares del país que no se cubren, en algunos momentos tampoco se registra ese tipo de eventos y, además, los periodistas tienden a cubrir sucesos localizados en zonas donde ya se han producido casos similares previamente reportados.”

Los primeros dos ejes, escritos por Mauricio Archila, se centran en la trayectoria de las luchas sociales en Colombia y en la relación que han tenido con el Estado. Se entiende a la Policía como un actor fundamental en el control de la protesta, aunque “ella no siempre choca con la ciudadanía protestataria, a veces dialoga, negocia y colabora”. Allí, se encontró un comportamiento extraño en el que la represión policial disminuía en general, exceptuando los años recientes. Sin embargo, y como lo escribe Archila en las conclusiones, este libro “hace evidente que una base de datos es algo más que un listado de registros en una serie estadística, y que trabajar con ella implica también hacerse preguntas de fondo y realizar análisis sopesados sobre temas cruciales de la sociedad a partir de la información que ella contiene”. De esa nueva visión, surgió la pregunta sobre los mecanismos legales e ilegales de represión y la cultura política de la sociedad y la Policía.

El segundo foco de análisis fue las nociones de desarrollo que las diferentes luchas sociales tuvieron en esos 40 años. El capítulo, escrito por Martha C. García, hace referencia a las distintas nociones que los actores privados y públicos (normalmente entendidos como antagonistas), y movimientos y organizaciones sociales tienen sobre el desarrollo. Estas visiones han enmarcado su lucha, pues sus peticiones se ven en la disputa por servicios de salud y educativos; la oposición a actividades minero-energéticas sustentadas por compañías multinacionales e hidroeléctricas; y luchas que superan lo económico como lo son los elementos políticos, ambientales, culturales y territoriales. Ese último elemento es la tierra, ese concepto a veces tan abstracto que ha llevado a cientos de personas a luchar por lo que les pertenece, y que Galeano (como lo cita García) entendió como “un llamado al país para que vuelva a su vocación agropecuaria y pesquera, porque tenemos un modelo de desarrollo importado”.

La tercera aproximación es descrita por Ana María Restrepo como la importancia de reflexionar sobre la producción y transformación del espacio en las luchas sociales en Colombia. Su preocupación va más allá de las protestas que tienen como eje el reclamo del territorio, y logra analizar el espacio como un eje principal de las movilizaciones: “las protestas tienen sus propios territorios: lugares emblemáticos en los que se pone en juego el poder de hacer públicas las demandas; pero también tienen sus procesos de dispersión territorial: redes que constituyen regiones a veces como espacios de protección y a veces como herramienta de fortalecimiento de una acción colectiva.” Los movimientos sociales, concluye la autora, determinan las dimensiones espaciales y son determinados, a su vez, por ellas.

El último eje de análisis lo escribió Leonardo Parra para mostrar las transformaciones del mundo laboral entre 1975 y 2015 y explicar las razones de la baja sindicalización en el país, las pérdidas de las conquistas históricas de los trabajadores, y la disminución de las movilizaciones en el sector eléctrico. Para el autor, “la privatización del sector eléctrico en Colombia fue un proceso que tuvo como consecuencia la erosión de las condiciones laborales de los trabajadores.” Este proceso hizo parte de un plan estratégico que realizaron empresas privadas en dos décadas por medio de despidos masivos, sobrecarga laboral, debilitamiento de sindicatos y violencia ejercida hacia ellos por parte de grupos paramilitares, y tercerización del trabajo.

Por ese análisis profundo sobre las luchas sociales en Colombia es que Alejandro Angulo Novoa S.J. escribe en el prólogo que “su aporte material es un análisis sustantivo de las relaciones que explican las luchas sociales en Colombia y una denuncia bien fundamentada de la forma de mantener un sistema social estructurado sobre la inequidad, la famosa democracia de papel en la que todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros.”

Tanto Esmeralda Prada como Camilo Borrero dejaron en evidencia durante el lanzamiento que la investigación rigurosa que hicieron los cuatro autores fue un proceso de trabajo arduo y constante. El equipo de Movimientos Sociales de Cinep/PPP recopiló información de más de 40 años de múltiples luchas registradas por la organización y, en voz de Martha C. García, dedicó el libro “a todas las personas que se han tomado el coraje de salir a las calles a alzar su voz”.

Laura Cristina Vásquez
Equipo de comunicaciones