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“¿Cómo protegemos a los sectores populares?”: Santiago Garcés sobre la pandemia y el derecho al trabajo en Colombia

Santiago Garcés, investigador de la línea de movimientos sociales, tierra y territorio del CINEP/PPP, analizó el estado actual de los derechos laborales y las condiciones del acceso al trabajo en el país con la pandemia del COVID-19. A continuación, presentamos una entrevista en la que da luces de cómo deberían configurarse las propuestas económicas estatales para garantizar el sostenimiento de las poblaciones más vulnerables.

 

¿Cómo se está viendo afectado el derecho al trabajo en esta pandemia en el mundo? 

Primero es necesario decir que la situación precedente no era buena: un altísimo nivel de deuda pública y corporativa, un crecimiento económico débil desde la Gran Recesión de 2008, altísimos niveles de desigualdad social que implican poca demanda e impiden un jalonamiento de la economía, un parasitismo del sector financiero que asfixia la economía real, y la caída general de la tasa de ganancia en la gran mayoría de economías de los países desarrollados. La crisis económica y del trabajo ya era inminente por razones endógenas, más aún en las economías emergentes, donde muchos de los países ya estaban en recesión, o casi, como Argentina, México y Brasil.

La mayoría del trabajo que se ha creado en la recuperación desde la última gran recesión son trabajos de baja productividad con poca estabilidad laboral y con un tipo de ingreso que no garantiza la movilidad social. La subcontratación, en un sentido amplio, se ha erigido como una estrategia de acumulación del capital que ha derivado en una mayor flexibilización laboral y que se evidencia en el aumento generalizado de los contratos por prestación de servicios e incluso en la manera como se ocultan las relaciones laborales en la economía de las plataformas.

La situación no era buena y, de repente, llega el coronavirus que implica lo que la economía mainstream llamaría un “shock de oferta”: la gente no puede producir y tampoco puede comprar. Estamos hablando de que cerca de una cuarta parte de la población mundial está viviendo algún tipo de confinamiento y las estimaciones de diversos organismos multilaterales y de investigadores dicen que este va a ser el peor año de la economía global desde finales de la Segunda Guerra Mundial y probablemente tengamos un crecimiento negativo del PIB a nivel global.

La OIT ha hablado en sus estimaciones preliminares de un aumento entre 5,3 millones de desempleados o hasta 24,7 millones de desempleados y, por ejemplo, la cifra de desempleados en los años 2008 y 2009 aumentó 22 millones, por lo que estamos ante una situación bastante grave. Aún así, la pandemia no es algo que nos ataca “desde afuera”.

La manera en que nos afecta el virus es un producto histórico de la forma en que la humanidad se relaciona con la naturaleza.

Foto: Oxfam Internacional.

Diversas investigaciones han abordado cómo los grandes sistemas de producción de alimentos, presionados por el imperativo de la acumulación y la rentabilidad a toda costa, se han vuelto un caldo de cultivo para la evolución de patógenos que pueden afectar la vida humana. De igual manera, es la lógica depredadora del capital y la “escasez relativa” que esta produce la que ha empujado a millones de personas a mover la frontera agrícola, reduciendo la distancia entre virus que podrían estar en animales silvestres, y los humanos.

¿Y en Colombia en particular cómo se está vulnerando? 

La situación económica y laboral colombiana a la luz del contexto internacional y de su propia historia, ya de por sí era bastante difícil antes de la pandemia. Tenemos una informalidad laboral del 47%. El 80% de la gente que trabaja en el sector formal lo hace para pequeñas y medianas empresas que difícilmente pueden resistir el shock de la caída de la oferta y de la demanda.

También hay un contexto internacional en el frente externo bastante adverso que tiene que ver con la caída de los precios del petróleo y que implica una disminución de los ingresos del Estado. Ha habido también una fuga de capitales masiva del tercer mundo a refugios que los inversionistas consideran seguros como los bonos del tesoro estadounidense o la compra de oro y eso genera una volatilidad del tipo de cambio y una devaluación del peso.

El debate es cómo proteger a los sectores populares y a la inmensa mayoría de la sociedad en la crisis.

Y yo creo que aquí el gobierno se ha equivocado. Por ejemplo, el Decreto 488 permite a los trabajadores retirar parcialmente las cesantías, pero el asunto es que esto desnaturaliza el sentido de las cesantías que deberían invertirse en bienes durables como la educación o la vivienda. Para la economía popular y el resto que están por fuera del mercado formal de trabajo, ha habido un ingreso solidario que es absolutamente minúsculo y está excesivamente focalizado y no alcanza a cubrir ni de cerca a la población vulnerable por una crisis de esta magnitud.

Foto: Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT).

Por otra parte, las medidas del gobierno han tendido a dotar de liquidez al sector financiero o intentar generar alivios que impliquen una disminución de costos para las empresas. Por ejemplo, la medida que plantea que el pago al sistema general de pensiones ya no se haga sobre el 12%, sino sobre el 3% del ingreso de los trabajadores para así disminuir los costos que implican tener contratadas a las personas. Y ha habido otras medidas como la creación de líneas de crédito para mantener a las nóminas contratadas, pero esto tiene varios problemas. Aparentemente es atractivo porque el Estado ha planteado servir de codeudor de hasta del 90% del crédito, pero por supuesto que esto genera que los intereses sean todavía más altos y además que es muy difícil que las pequeñas y medianas empresa accedan a estos créditos.

¿Cómo puede un trabajador hoy obtener garantías y protección si ocurren abusos? 

La pregunta es importante porque por supuesto que habrá situaciones donde una acción ágil de parte de los trabajadores pueda prevenir la terminación de un contrato o el abuso por parte del patrón. Pero yo sí quiero ser claro en que la crisis es muy grave y no hay manera en que esto no afecte la economía y al empleo. 

Lo principal debe ser presionar por una política fiscal activa y expansiva, por un gobierno que se ponga al servicio de la sociedad colombiana y no del sector financiero.

Ahora bien, hay cosas que pueden ocurrir entre patrones y trabajadores: se puede llegar a acuerdos. Los patrones pueden impulsar el trabajo en casa, una jornada laboral flexible, incluso, en casos extremos, unas vacaciones anuales anticipadas. También si por cuarentena tiene que acabarse la actividad, pues se pueden otorgar permisos remunerados o el salario sin la prestación de un servicio. Todo esto debe prevalecer frente a las peores opciones que son la disminución del salario, las licencias no remuneradas, la suspensión del contrato de trabajo o la terminación de la relación laboral.

El Ministerio del Trabajo ha dicho que va a estar atento a que este tipo de cosas no se presenten, pero soy escéptico. Los trabajadores informales y los contratistas, como los del Estado, pueden recurrir incluso a tutelas si sienten que se les está violando un derecho fundamental. Si los administradores de organismos estatales utilizan esta oportunidad para precarizar las condiciones de contratistas estarían cometiendo una sanción que puede ser denunciada y en la que podría intervenir la Procuraduría. No va a ser suficiente la acción individual de trabajadores y trabajadoras intentando hacer valer sus derechos, aunque eso hay que agotarlo y es fundamental.

¿Cuáles son las poblaciones o lugares más vulnerables?

En lo que refiere al trabajo, el sector más vulnerable es sin duda los y las trabajadoras de la economía popular, lo que se conoce como sector informal, porque por la cuarentena y el hecho de vivir al día, difícilmente pueden aguantar esta situación sin una acción pública coordinada del Estado. También las y los trabajadores de la salud que llevan décadas sufriendo la precarización de sus condiciones laborales y ahora la situación empeora porque, aunque seguramente se están haciendo esfuerzos coyunturales para fortalecer el sistema de salud de cara a la atención de la pandemia, lo cierto es que la deuda histórica es demasiado grande y tampoco hemos visto de parte del gobierno los esfuerzos fiscales que se han visto en otros países.

También las mujeres por múltiples razones. Es importante no dejar de notar que para las mujeres la cuarentena implica una intensificación del trabajo del cuidado y del trabajo doméstico, que nunca es remunerado en Colombia y ahora menos. Entonces hay una profundización de una situación de doble explotación. 

Foto: Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Otra cosa que hay que tener en cuenta es la población rural dispersa que cuenta con un sistema de salud más precario, y un sector importantísimo que es el de las y los trabajadores que no paran por considerarse servicios públicos esenciales como la producción, provisión y distribución de alimentos.

En los medios de comunicación se ha fomentado mucho el discurso de volver héroes a los trabajadores que están en la “línea de batalla” y el heroísmo fomenta un ideal de que está bien el sacrificio por los demás, pero si esto no viene acompañado de una mejoría a las condiciones laborales, lo que hace es estilizar la muerte y la absoluta precariedad.

¿Qué recomendaciones tiene respecto a la garantía del derecho al trabajo para los empresarios, empleadores y el gobierno? 

Yo quiero insistir en que las medidas que ha tomado el gobierno son algunas francamente equivocadas como el Decreto 488, y otras absolutamente insuficientes. El enfoque de dotar de liquidez al sector financiero es absolutamente insuficiente, e incluso el esfuerzo fiscal del gobierno es paupérrimo comparado con otros países. En Colombia estamos hablando de que algo más de dos puntos del PIB se van a gastar para enfrentar esta crisis cuando en España es el 20% del PIB, en Perú el 12%, en Estados Unidos es cercano al 10%. Ha sido una respuesta excesivamente cauta.

En ese sentido la propuesta sería una política fiscal expansiva que tienda a proteger el empleo y los ingresos de las y los colombianos. El Estado debería entrar a subvencionar el pago de nómina de pequeñas y medianas empresas, debería plantear una renta básica de cuarentena, un ingreso mínimo que permita proteger la vida de las personas y llevar a cabo las medidas de distanciamiento social. También se necesita instaurar algún tipo de control de capitales que permita estabilizar la tasa de cambio, porque de lo contrario va aumentar el peso de la deuda soberana, ocurren presiones inflacionarias y también ve reducido el gobierno sus ingresos. 

Foto: Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Por supuesto que sectores conservadores dirán que no hay plata para financiar esto, pero lo cierto es que sí hay alternativas si se decide que hay voluntad política y se quiere poner las instituciones a servicio de quienes lo necesitan y no de quienes ya tienen fortuna: crédito del Banco de la República, eliminación de exenciones de la pasada reforma tributaria, moratoria en el pago de la deuda externa, impuestos extraordinario a los ultra ricos, etc. Yo invito a las y los lectores a que consulten las propuestas que han elaborado el Grupo de Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo o el Centro de Pensamiento de Política Fiscal de la Universidad Nacional y muchos otros que están proponiendo alternativas frente a una gestión ortodoxa de la crisis.

¿Cree que la situación de confinamiento puede llevar a manifestaciones o protestas por los derechos laborales?

Hemos visto el surgimiento de protestas espontáneas de gente que no está exigiendo trabajo, sino condiciones de vida. Por supuesto que creo que hay que luchar por el trabajo digno y sin duda estoy convencido de que en la crisis económica que se viene va a haber fuertes luchas laborales, pero lo que está pasando es algo más profundo, son pobladores urbanos que luchan por condiciones básicas de existencia, y que implícitamente se sintonizan con el horizonte político que han trazado propuestas radicales como la renta básica universal, que podría ser una de las respuestas a la insistencia del capital de eludir las relaciones laborales contractuales y el conjunto de protecciones sociales y derechos que estas implican.

Sin embargo, el trabajo ha sido siempre un espacio social donde se han construido identidades para la acción colectiva y eso puede pasar en la actual coyuntura.

En la medida en que se revalorizan una serie trabajos (de la salud, de cuidado, de transporte de productos a domicilio, de producción y provisión de alimentos, etc.) puede que este nuevo reconocimiento simbólico le dé a estos sectores nuevos bríos para constituirse como sujetos autónomos que luchen por mejores condiciones y relaciones laborales.

Por ejemplo, el sistema de salud colombiano desde la Ley 100 ha precarizado las condiciones laborales en el sector salud. Espero que después de la pandemia sea muy difícil para los gobiernos neoliberales insistir en dicho modelo privatizador sin una amplia resistencia social.

Por: Paola Llinás Aragón y Katalina Vásquez G.